John 10

El Buen Pastor

1“En verdad, en verdad, os digo, quien no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que sube por otra parte, ese es un ladrón y un salteador
1. Como expresa la perícopa de este Evangelio en el Domingo del Buen Pastor (II post Pascua), Jesús habla aquí “a los fariseos”, continuando el discurso precedente (cf. 9, 41 y nota), cosa que debe tenerse en cuenta para entender bien este capítulo. La puerta es Jesús (v. 7; 14, 6; cf. Sal. 117, 20 y nota). Aprisco: corral común donde varios pastores guardan sus rebaños durante la noche.
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2Mas el que entra por la puerta, es el pastor de las ovejas. 3A este le abre el portero, y las ovejas oyen su voz, y él llama por su nombre a las ovejas propias, y las saca fuera
3. ¿Quién es este portero tan importante, sino el divino Padre? Él es quien abre la puerta a las ovejas que van hacia el Buen Pastor. Porque, así como nadie va al Padre sino por Jesús (14, 6), nadie puede ir a Jesús si el Padre no lo elige (v. 37) y no lo atrae (6, 44 y 65). Y nótese que Jesús no solo es el Pastor bueno (v. 11) sino que Él es también la puerta (v. 7 ss.). Esa puerta que el Padre nos abre, es, pues, el mismo Hijo, porque el Padre nos lo dio para que por Él entremos a la vida (3, 16) y para que Él mismo sea nuestra vida. Véase 1, 4; 1 Jn. 4, 9; 5, 11-13.
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4Cuando ha hecho salir todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen porque conocen su voz
4 s. Las almas fieles no pueden desviarse: Jesús las va conduciendo y se hace oír de ellas en el Evangelio y por su Espíritu. Él es la puerta abierta que nadie puede cerrar para aquellos que custodian su palabra y no niegan su Nombre (Ap. 3, 8).
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5Mas al extraño no le seguirán, antes huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños”
5. ¡Privilegio de los que están familiarizados con el lenguaje de Jesús! Él les promete aquí un instinto sobrenatural que les hará reconocer a los falsos maestros y huir de ellos. Entonces se explica que puedan “ir y venir” (v. 9), porque las Palabras del Buen Pastor les habrán dado la libertad, después de prepararlas para ella, como lo explica Jesús en 8, 31 ss.
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6Tal es la parábola, que les dijo Jesús, pero ellos no comprendieron de qué les hablaba.

7Entonces Jesús prosiguió: “En verdad, en verdad, os digo, Yo soy la puerta de las ovejas. 8Todos cuantos han venido antes que Yo son ladrones y salteadores, mas las ovejas no los escucharon
8. Dice Durand: “Ladrones que roban por astucia y salteadores que se apoderan por la violencia” (cf. Mt. 11, 12 y nota). Los tales son ladrones de gloria, porque la buscan para sí mismos y no para el Padre como hacía Jesús (cf. 5, 43 s.; 7, 18); y salteadores de almas, porque se apoderan de ellas y, en vez de darles el pasto de las Palabras reveladas (v. 9) para que tengan vida divina (v. 10; 6, 64), las dejan “esquilmadas y abatidas” (Mt. 9, 36) y “se apacientan a sí mismos”. Cf. 21, 15 ss.; Ez. 34, 2 ss.; Za. 11, 5 y notas.
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9Yo soy la puerta, si alguno entra por Mí, será salvo; podrá ir y venir y hallará pastos. 10El ladrón no viene sino para robar, para degollar, para destruir. Yo he venido para que tengan vida y vida sobreabundante. 11Yo soy el pastor, el Bueno. El buen pastor pone su vida por las ovejas
11. Pone su vida: o sea la expone, lo cual es más exacto que decir “la da”. El pastor no se empeña en que el lobo lo mate, pero no vacila en arriesgarse a ello si es necesario en defensa de sus ovejas. Tampoco Jesús solicitó que lo rechazaran y le quitaran la vida. Antes por el contrario, afirmó abiertamente su misión, mostrando que las profecías mesiánicas se cumplían en Él. Mas si aceptó el reconocimiento de sus derechos (1, 49 s.; Lc. 1, 32 s.; Mt. 21, 16; Lc. 19, 39 s.), no quiso imponerlos por fuerza (Mt. 26, 52 s.; Jn. 18, 36), ni resistir a la de sus enemigos (Mt. 5, 39; Lc. 16, 16 y nota), y no vaciló en exponer su vida al odio de los homicidas, aunque sabía que la crudeza de su doctrina salvadora exasperaría a les poderosos y le acarrearía la muerte. Tal es el contenido de la norma de caridad fraterna que nos da S. Juan a imitación de Cristo: amar a los hermanos hasta exponer si es necesario la vida por ellos (1 Jn. 3, 16). En igual sentido dice S. Pablo que Jesús fue obediente al Padre hasta la muerte de cruz (Fil. 2, 8), y tal es también el significado de la fidelidad que Jesús nos reclama “hasta el fin” (Mt. 10, 22; 24, 13), es decir, hasta el martirio si necesario fuera. Cf. v. 18 y nota.
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12Mas el mercenario, el que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, viendo venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa; 13porque es mercenario y no tiene interés en las ovejas. 14Yo soy el pastor bueno, y conozco las mías, y las mías me conocen, 15—así como el Padre me conoce y Yo conozco al Padre— y pongo mi vida por mis ovejas. 16Y tengo otras ovejas que no son de este aprisco. A esas también tengo que traer; ellas oirán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo pastor
16. Las ovejas a quienes el Salvador fue enviado, son los judíos (Mt. 10, 5 s. y nota). Como ellas no oyen la voz de su pastor (Hch. 28, 25 ss.), Dios “escogerá de entre los gentiles un pueblo para su Nombre” (Hch. 15, 15; cf. Mt. 13, 47 ss.; Lc. 24, 47; Jn. 11, 52, hasta que con el retorno de Israel (Rm. 11, 25 ss.) se forme un solo rebaño con un solo pastor. Fillion y Gramática recuerdan aquí a Ez. 34, 23 y 37, 21 ss. Véase también Ez. 36, 37 s. y 37, 15 ss. con respecto a las diez tribus que estaban ausente en los días de Jesús.
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17Por esto me ama el Padre, porque Yo pongo mi vida para volver a tomarla
17. Para volver a tomarla: Texto diversamente traducido. El P. Joüon vierte: “mas la volveré a tomar”, lo que aclara el sentido y coincide con la nota de Fillion, según la cual “es la generosa inmolación del buen Pastor por sus ovejas, lo que lo hace extraordinariamente caro a su Padre”. No puede pedirse una prueba más asombrosa de amor y misericordia del Padre hacia nosotros.
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18Nadie me la puede quitar, sino que Yo mismo la pongo. Tengo el poder de ponerla, y tengo el poder de recobrarla. Tal es el mandamiento que recibí de mi Padre”
18. Es decir que la obediencia que en este caso prestó Jesús a la voluntad salvífica del Padre (3, 16; Rm. 5, 8 ss.; 1 Jn. 4, 10), nada quita al carácter libérrimo de la oblación de Cristo, cuya propia voluntad coincidió absolutamente con el designio misericordioso del Padre. Véase Mt. 26, 42; Sal. 39, 7 s. comparado con Hb. 10, 5 ss.; Is. 53, 7.
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Jesús confirma su misión mesiánica y su filiación divina

19Y de nuevo los judíos se dividieron a causa de estas palabras. 20Muchos decían: “Es un endemoniado, está loco. ¿Por qué lo escucháis?”
20. Sobre estos “virtuosos” que se escandalizan de Jesús véase Mt. 11, 6; 12, 24-48; Lc. 11, 15-20; Mc. 3, 28-30 y notas.
21Otros decían: “Estas palabras no son de un endemoniado. ¿Puede acaso un demonio abrir los ojos de los ciegos?” 22Llegó entre tanto la fiesta de la Dedicación en Jerusalén. Era invierno
22. La fiesta de la Dedicación del Templo celebrábase en el mes de diciembre, en memoria de la purificación del Templo por Judas Macabeo. También se llamaba “Fiesta de las Luces”, porque de noche se hacían grandes luminarias. Cf. 8, 12 y nota.
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23y Jesús se paseaba en el Templo, bajo el pórtico de Salomón. 24Lo rodearon, entonces, y le dijeron: “¿Hasta cuándo tendrás nuestros espíritus en suspenso? Si Tú eres el Mesías, dínoslo claramente”. 25Jesús les replicó: “Os lo he dicho, y no creéis. Las obras que Yo hago en el nombre de mi Padre, esas son las que dan testimonio de Mí. 26Pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas. 27Mis ovejas oyen mi voz, Yo las conozco y ellas me siguen. 28Y Yo les daré vida eterna, y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. 29Lo que mi Padre me dio es mayor que todo, y nadie lo puede arrebatar de la mano de mi Padre
29. Esta versión muestra el inmenso aprecio que Jesús hace de nosotros como don que el Padre le hizo (cf. 11 s.; 17, 9 y 24; Mt. 10, 31, etc.). Otros traducen: “Mi Padre es mayor que todo”, lo que explicaría por qué nadie podrá arrebatarnos de su mano. Según otros, lo que mi Padre me dio sería la naturaleza divina y el poder consiguiente (cf. 17, 22; Mt. 11, 27; 28, 18).
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30Yo y mi Padre somos uno”
30. El Hijo no está solo para defender el tesoro de las almas que va a redimir con Su Sangre; está sostenido por el Padre, con quien vive en la unidad de un mismo Espíritu y a quien hoy ruega por nosotros sin cesar (Hb. 7, 24 s.).
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31De nuevo los judíos recogieron piedras para lapidarlo. 32Entonces Jesús les dijo: “Os he hecho ver muchas obras buenas, que son de mi Padre. ¿Por cuál de ellas queréis apedrearme?” 33Los judíos le respondieron: “No por obra buena te apedreamos, sino porque blasfemas, y siendo hombre, te haces a Ti mismo Dios”. 34Respondioles Jesús: “¿No está escrito en vuestra Ley: «Yo dije: sois dioses?»
34 ss. Si la Escritura llama “dioses” a los príncipes de la tierra, para destacar su dignidad de lugartenientes de Dios, ¿por qué queréis apedrearme a Mí, si me llamo Hijo de Dios? Véase Sal. 81, 6. Hoy somos nosotros los hijos de Dios, y no solo adoptivos, sino verdaderos, gracias a Cristo. Cf. 1, 12; 20, 17; 1 Jn. 3, 1; Rm. 8, 16-29; Ga. 4, 5 s.; Ef. 1, 5 y nota.
35Si ha llamado dioses a aquellos a quienes fue dirigida la palabra de Dios —y la Escritura no puede ser anulada
35. La Escritura no puede ser anulada: Vemos cómo Jesús no solo responde de la autenticidad de los Sagrados Libros sino que declara que no pueden ser modificados ni en un ápice. Véase Pr. 30, 6 y nota; Ap. 22, 18 s.
36¿cómo de Aquel que el Padre consagró y envió al mundo, vosotros decís: «Blasfemas», porque dije: «Yo soy el Hijo de Dios?»
36. Jesús proclama una vez más “su consagración y su misión teocrática, tanto más reales y elevadas que las de los jueces de Israel” (Fillion). Cf. 18, 37.
37Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; 38pero ya que las hago, si no queréis creerme, creed al menos, a esas obras, para que sepáis y conozcáis que el Padre es en Mí, y que Yo soy en el Padre”. 39Entonces trataron de nuevo de apoderarse de Él, pero se escapó de entre sus manos
39. ¡He aquí el fruto de tanta evidencia! (cf. 9, 30 ss. y nota). Sírvanos de gran consuelo esto que soportó Él, cuando nos hallemos ante igual dureza. Cf. 15, 18 ss. y notas.
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40Y se fue nuevamente al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había bautizado primero, y allí se quedó. 41Y muchos vinieron a Él, y decían: “Juan no hizo milagros, pero todo lo que dijo de Este, era verdad”. 42Y muchos allí creyeron en Él.
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